¡Y listo el final!

¡Gracias, gracias, gracias totales por todo! Abajo nos leemos, espero les guste..


Contigo.

Capítulo XVI


Ginevra Weasley le había parecido una mujer sincera, centrada y muy guapa. Claro que sí. Llegó a casa y Harry aún no salía del baño.

- ¡Hey, hijo! ¿Acaso te estás rasurando las bolas también? – preguntó, tocando la puerta.

- No me jodas – escuchó decirle. La razón por la cual se debía a que tenía unos espantosos nudos en su pelo azabache, producto de su descuido por tantos días seguidos.

Sirius volvió a la sala y buscó su bolso, con la intención de acomodarse en la más pequeña habitación de huéspedes. Continuó pensando en Ginevra Weasley y en su ahijado. Repasó la historia y algo en su mente se incendió con brusquedad. No quería meter cizaña y menos contra una mujer que a las primeras le pareció tan decente… pero los malestares de Ginny…

- Debería ir primero a cortarme el cabello – comentó Harry. Estaba de pie bajo el marco de la puerta del cuarto, aseado y decentemente vestido. – Hay sábanas limpias en el armario.

- Sí – lo miró. – Hijo, cuando estuviste con Ginevra…

- No voy a contarte detalles – Salió hacia la sala y buscó su celular. Sobre la mesa central había un par de cactus que no tardó en reconocer. Las pequeñas masetas estaban pintadas de rojo con puntos negros, la misma Ginevra las había decorado. - ¡Sirius! – bramó. - ¿Acaso tú…?

- Sí, hombre – Sirius llegó tras él. Se había quitado la chaqueta de gamuza y vestía con una franela ligera de color verde claro. – Me estaba comiendo la curiosidad. Tenías razón, es una mujer muy hermosa.

- ¿Qué le dijiste? – preguntó, preocupado.

- No tengo por qué decirle nada – fue hacia el sofá y tomó un libro.

- ¿Te reconoció?

- Apenas me miró, sí – sonrió.

- ¿Te… dijo algo? – ¿Te dijo algo de mí? era lo que realmente quería preguntar.

- No, solo me dio esto – lanzó Lazarillo al aire, Harry lo atajó. Lo abrió por la mitad apenas lo tuvo en la mano. ¿Y que esperaba encontrar? ¿Alguna notita? Pensó en que era algo poco probable y estúpido, no obstante, un pequeño papel doblado cayó a sus pies. Cuando lo tomó, notó que solo se trataba de un cheque. – Ah, eso – habló Sirius – tu paga que te debía, de la última semana que trabajaste con ella.

- ¿No te dijo nada más?

- Nada más – se rascó la cabeza antes de ponerse una gorra. Sus cabellos grises se despeinaron un poco aún dentro de la cola.

- ¿A dónde vas? Recién llegas del pueblo. ¿Y cómo fuiste y regresaste tan rápido?

- Taxi. Ahora caminaré un rato, este cuerpo… – extendió sus brazos a los lados – Tengo cincuenta y siete años, ¿y crees que la gente lo nota? – Harry blanqueó los ojos. – Me veo de cincuenta, querido mío. Y eso se lo debo al buen ejercicio. – le guiñó un ojo y, pasando por su lado, salió de la casa. – Después termino de instalarme – aclaró antes de bajar del pórtico. Había dejado sus cosas desparramadas sobre la cama de huéspedes. Harry se preguntó por qué no había tomado la segunda habitación de arriba; después recordó que desde hacía unos meses pasados, a Sirius le fastidiaba un poco una de sus rodillas cuando subía escaleras.

A la final, tanto ejercicio no quitaba los imputes del tiempo.

Inhaló con fuerza y tomó las llaves del sedan, sin saber si el mismo arrancaría después de estar dos semanas varado. No había llamado al mecánico y aún ignoraba cuál era la falla que hacía que se recalentara tan rápido.

Apretando el osito bola amarilla de su llavero, salió y cerró la puerta tras de sí. Podría esperar a que Ginny regresase; tocaría su puerta y le explicaría todo. Sin embargo, saber que Sirius la había visto y que, conociéndolo, pudo algo haberle soltado, lo tenía con los sentidos atolondrados. Su corazón comenzó a palpitar con fuerza y hasta sus manos empezaron a transpirar. Estaba nervioso y excitado. A eso se refería cuando decía sentirse como un adolescente. Con Ginny experimentaba todo como si fuese la primera vez, y eso le abrumaba en demasía.

Abrió la portezuela del auto e ingresó. Antes de prender el motor, escuchó el familiar sonido del Volkswagen cruzar la esquina para entrar a la calle. Ginevra no se molestó en aparcar en su estacionamiento. La miró salir velozmente del carro y cruzar el jardín echa un mar de nervios. Una pequeña bolsa colgaba en su mano y a Harry se le hizo imposible leer el nombre del local a la que pertenecía.

¿Y ahora? ¿Sería un mal momento? Sacó la llave y se recostó en el asiento, resoplando. Verla tan cerca y que ella no reparara en él… ¿Le habría contado a alguien lo que pasó entre ellos? A Hermione, con la cual conversaba mucho, ¿le habría contado? Si lo que ocurrió fue tan importante para ella, tal como se lo mencionó ese mismo día, ¿cómo estaría? La había lastimado. Como dijo Sirius, se comportó peor que una rata, pues la indiferencia resultaba más dañina que cualquier insulto o palabrota dicha.

Necesitaba pedirle perdón y decirle las cosas que ya sabía, que ya tenía claras. Debió ser más rápido y más listo, cuando ella le ofreció en bandeja de plata todo lo que una persona necesitaba para vivir plenamente; calidez, compañía y amor.

Bajó del auto después de un buen rato y fue directo a la puerta de Ginevra. Las campanas de viento sonaron y Harry se sintió animado al escucharlas, como si sus sonidos le hubiesen inyectado una dosis de indómita seguridad y valentía.

Ginny estaba a punto de llorar. Apretaba los labios temblorosos, conteniéndose. Faltaban solo tres minutos y ella creía estallar de preocupación ante la espera. Cerró los ojos, recostándose contra la pared. Inhaló y exhaló con fuerza, buscando expandir sus pulmones. Casi le había faltado al aire ante la suposición de su malestar. Había conocido a Sirius Black en un momento poco apropiado. Toda la curiosidad que sentía por aquel hombre al estar éste tan conectado a Harry, fue diluida por aquel desagradable tedio. No se había sentido mal en ningún momento desde que llegó a Maine, y vomitar esa tarde todo lo que en su estómago se encontraba le había bajado las defensas. Su mente describió una situación que la tomó completamente desprevenida y que, aún así, la llenó de una poderosa emoción. No mintió a Harry cuando dijo que controlaba sus periodos, pero si estaba embarazada…

El reloj de su muñeca sonó, indicando que ya había pasado el tiempo. Tragó saliva, degustando el sabor del caramelo de limón que había comido para terminar de quitarse la desazón insípida. Sus dedos parecían sufrir de convulsiones al ella tomar la prueba. La apretó en un puño, sin atreverse a mirarla aún. Caminó hasta su sofá tapizado y se sentó, creyendo estar preparada para lo que fuese. Lentamente, abrió los dedos y observó, varias veces por varios minutos. Miraba el resultado y veía las instrucciones en la caja, para no equivocarse. Volvió a cerrar los dedos, empuñando la prueba y con las lágrimas cayendo libremente por su rostro.

Ay, Ginevra – su puerta sonó y poco le importaba quién fuese. Iba a ignorar al visitante cuando escuchó su voz, llamándola con insistencia. Sintió como si un cubito de hielo se derritiese en su panza.

Sorbió con fuerza y se secó las mejillas. Continuaría con su postura, siempre sincera y siempre clara. Cuando fue hacia la entrada, notó como sus rodillas flaqueaban.

- Gi… – iba a llamar por cuarta vez cuando ella abrió. Bajó el puño y la miró con inquietante atención. Ginny sintió a sus rodillas incontrolables. – ¿Qué sucede?

- Na… nada – su voz salió rota y se maldijo por ello. – No pasa nada – recordó los resultados de la prueba y, nuevamente, comenzó a llorar.

- ¿Cómo que no pasa nada? Estás llorando y… ¡Ginny! – ella gimoteaba con toda libertad.

- ¡Ay, Harry!

- ¿Qué pasa? – quiso tomarle los brazos mas ella se apartó, huyendo de todo contacto.

- Soy tan estúpida…

- No eres estúpida… ¿qué…? – miró la mano que aferraba la prueba de embarazo. No la reconoció sino hasta cinco segundos después. Sus ojos se abrieron anómalamente. – Ginevra… ¿Acaso…?

Ginny vio que miraba, atónito, la mano que apretaba. Respiró hondo y trató de serenarse. No podía hacerle pensar que le había mentido con algo tan importante antes de tener relaciones.

- No te mentí – aclaró, con la voz un tanto más recompuesta. – Yo…

- ¿Estás…? – Harry la penetró con sus verdes ojos y ella, estremecida, estalló.

- ¡No, Harry! ¡No estoy embarazada! – chilló y en un arrebato rabioso e infantil, lanzó la prueba al suelo. La paleta de plástico se partió en dos. - ¡No lo estoy! – siguió llorando. – Lo creí por un momento. Me sentí mal y pensé que podía estarlo, lo pensé y quería creerlo. ¡Sí! eso quería. Pero no, no lo estoy, no… – negó con la cabeza. – Todo fue por culpa de la estúpida salsa de carne enlatada. Estaba caducada, seguramente. ¡Estúpida salsa y estúpida yo!

- Ginny…

- Estúpida, estúpida… ¡y tú! – lo empujó por el pecho. – ¿Qué demonios quieres? Mandé con tu padrino lo que te debía.

- ¡Quiero hablar contigo!

- Yo no tengo nada que decirte – volvió a sorber y trató de limpiarse la cara. Todo en vano, porque seguía llorando a lágrima viva.

- Ginny – Harry quería acercarse y tocarle el rostro, limpiarle las mejillas y abrazarla contra sí. Nunca la había visto llorar y el espectáculo le parecía insoportable. – Yo sí tengo algo que decirte.

- ¿Ahora sí? – cruzó los brazos sobre su pecho. No quería mirarlo, por lo que concentró su vista en sus campanas de viento.

- Deja que… – acercó, dubitativo, una mano hacia su cara y le secó las mejillas, acariciando con su pulgar los pómulos. Ginny se agitó ante el contacto y fantaseó con verlo perder los estribos y que le hiciera el amor contra las paredes de su casa.

Sacudió la cabeza, no para alejarse de su caricia, sino por añorar aún lo que tan lejos estaba de su alcance. No quería a Harry solo para el sexo, lo quería para todo. Y así iban a ser las cosas. Todo o nada. No tenía derecho a pedirle fidelidad, a pedirle una familia, a pedirle compromiso; y no debía odiarlo por negarle todo aquello. Pero tampoco estaba dispuesta a sumergirse en una relación superficial, que sin duda terminaría dañándola.

Harry apartó la mano y miró al suelo, pendiente de la prueba ahora destruida.

- ¿De verdad no estás…? – vio como los ojos de Ginny volvían a brillar, y algo en su pecho se estrujó con fiereza.

- No lo estoy – un par de nuevas lágrimas salieron y antes de que Harry volviese a tocarla, ella las secó.

- ¿Te sentías mal? ¿Qué fue…?

- Vomité, nada más. ¡Ya te lo dije! La estúpida salsa… Ya, no importa.

- Quiero decirte algo.

- Bien, dilo – le dolía ser tan fría con él, quien tanto la había ayudado, quien tanto había sufrido en el pasado. Pero sentía a su orgullo tan potente dentro de sí, que se le hacía casi imposible ocultar su enojo.

- Primero, lamento mucho cualquier cosa que mi padrino pudiese haber…

- ¿De qué hablas? Es muy agradable.

- Bien – respiró. – Lo siento mucho, Ginny. Lamento no haber actuado como debí hacerlo cuando me dijiste… todo.

- De acuerdo.

- De verdad, perdóname – sonaba sincero porque, ciertamente, lo estaba siendo. Y Ginny lo supo. Harry era un hombre encantador y ahí estaba, como supuso que lo tendría en alguna ocasión, pidiéndole disculpas por haber actuado tan cobarde e insensiblemente después de su confesión.

- De acuerdo, Harry – suavizó la voz. Lo miró fijamente y aquello fue como lava ardiente corriendo por su estómago. Lo quería y deseaba tanto que resultaba casi intolerante tenerlo cerca. – Estamos bien, no te preocupes.

- No lo estamos – retomó la palabra. – No, Ginny, porque después de lo que pasó…

- Déjalo así – movió los brazos, dejándolo colgados a los costados. – Sólo… no podemos volver a como estábamos. Me harás falta, pero si sigo cerca de ti yo…

- No comprendes – se despeinó el cabello y Ginny pensó que se veía hermoso. – Déjame decirte… – inhaló con fuerza. – ¡Dios! ¿Cómo pudiste hacerlo? ¡No es tan fácil como dijiste!

- Solo suelta la lengua y ya. No es difícil, la condenada es buena para lo bueno y para lo malo. - ¿Qué era lo que iba a decirle que le resultaba tan arduo? Pensó en un rechazo más formal, más adulto y digno. No siento lo mismo, lo lamento. Y listo. Se largaría a llorar a su habitación como hizo en un par de noches. Aún le quedaba helado en su hielera y, ahora que recapacitaba, quizá por eso vomitó también. Todas las noches relamía la cuchara después de hartarse de mantecado.

- La suelto – Harry la miró. Quería besarla y precisamente soltarla, ahí en su boca, que tan bien recordaba su sabor. – Todo lo que pasó fue sin proponérnoslo, ¿verdad? Creo que hablo por ambos al decir que no esperábamos esto. ¿No es así? – Ginny sólo asintió con la cabeza, dispuesta a darle la razón dijese lo que dijese. Quería cerrar la puerta y estar sola, pero quería también que Harry estuviese tranquilo. Así que, para mejor, debía dejarlo hablar sin acotar nada. Daría al clavo en todo, seguramente. – Para mí fue algo… no sé. Venía a Lovell con el plan de rehacer mi vida como mejor pudiese, con un empleo para llenar mi despensa de comida, nada más. Leyendo mis libros y recordando a mi esposa. Siempre, siempre la voy a tener presente, porque la amé y aunque sé que murió, eso no quita el hecho de que la siga amando aún ahora – Ginny se apretó los labios, estaban volviendo a temblar. Harry continuó sin hacer pausas. – Eso era todo, empleo y comida. Pero llego y estás tú con tu enorme sombrero, tus horribles alaridos y tu nariz llena de pecas. Quería verte mejor ahí, lo recuerdo, pero el chorro helado de agua me había quitado los lentes y… ¡nada! Estabas tú. Me diste empleo y así todo fue… tranquilo. Te escuchaba hablar de un montón de tonterías, porque sí, Ginny, hablas de muchas tonterías, y la pasaba bien. Te escuchaba con placer, me entretenías. Llega tu familia y todo es un poco mejor, porque al compartir con ellos sentí que me unía aun más a ti, de alguna manera, me sentía más conectado contigo. Y cuando nos besamos, cuando me abrazaste y dejaste que yo te besara como quizá deseaba desde que te conocí, todo a mí alrededor comenzó a moldearse, a verse diferente. Estaba bien aún cuando tenía miedo de que todo cambiase. Contigo sentí algo que creí, nunca volvería a experimentar. Hicimos el amor y lo supe, aún con el temor y la culpa, lo supe. ¡Ya lo sé! – la última frase salió dentro de un bramido y Harry se vio interrumpido por su propia tos. Habló tan rápido que se ahogó con su propia saliva.

- ¿Quieres un vaso de agua? – preguntó Ginny, en un hilo de voz. Harry se sonó la garganta y negó con la cabeza.

- No… - volvió a sonarse el gaznate. – Perdón… ya está… - suspiró. – Ya lo sé. Sólo que… fue tan sencillo enamorarme de ti, que ni siquiera me había dado cuenta de ello. – Ginny creyó que podría morirse ahí mismo. – Debí saberlo desde mucho antes… pero…

- Harry…

- Lo siento por todo. El mal rato y…

- ¡Ay, Harry! – chilló, emocionada. Un poquito más y se pondría a saltar. – No tienes que decir nada más.

- Siento que debo…

- ¡Nada! – parpadeó y un par de lágrimas volvieron a formar caminitos en sus mejillas. Harry alargó ambos brazos y secó su piel. La sentía tersa bajo sus dedos.

- Tenías razón, cuando se suelta la lengua es difícil detenerla.

- Sí – ella asintió, sonriendo de oreja a oreja. Subió sus manos y las plantó sobre las enormes de Harry, aún acunando su cara. – Sí es difícil – dejó que él la acercara a hacia sí y besara sus labios. Abrió su boca y se dejó hacer. La lengua de Harry estaba, en definitiva, indetenible.

Lo abrazó y, apoyando la cabeza contra su frente, rió. Harry hizo lo propio.

- ¿De verdad que Sirius no te dijo nada?

- No, pero ya charlaremos él y yo. ¿Hablaste con él… de todo?

- Necesitaba descargarme con alguien, estaba hecho un lío. Sirius no es la mejor opción para este tipo de asuntos, pero me conoce y sabe qué decirme cuando debe.

- Se parece a Gary Oldman.

- ¿Gary Oldman?

- Actuó en Batman como el agente Gordon. ¿No has visto Batman?

- No – le acarició la nariz con la suya, antes de moverse para hundirla en su pelo. - ¡Ya sé! ¿Es el mismo que actúa en Perfecto asesino?

- El maldito, sí – Ginny suspiró, al sentir el aliento de Harry cerca de su oreja. – ¿Está esperándote en tu casa?

- No… Igual, no está muy pendiente de mi hora de llegada desde los dieciocho años – volvieron a reír. Aún abrazados, dieron un paso y el pie de Ginny pisó parte de la paleta de plástico que estaba en el suelo. Le echó un vistazo y, pese a la vigorosa felicidad que apañaba todos sus males pasados, una pequeña sombra de pena cruzó su mirada, destellando sobre el color castaño de sus ojos. Harry no perdió detalle. – Lo lamento, Ginny.

- Descuida. Fue una estupidez hacerme ilusiones y no...

- Pero algún día… – el verde esmeralda relampagueó. Harry lo dijo sin pensar, y notó que al hacer eso, se decía mucha verdad.

En el diminuto intervalo de tiempo donde creyó que podría ella estar embarazada, se asustó. ¡Y no era para menos! Pero si un pequeño estaba dispuesto a llegar para ambos, bienvenido sería. Le daría todo lo que necesitase y muchísimo más. Lo amaría hasta el cansancio y aún continuaría.

Ginny lo observó, llena de entusiasmo y alegría. Que se preparara, pues el verdadero enardecimiento por eso hombre apenas comenzaba.

- ¿Vas a quedarte conmigo? – acarició su espalda y llevó sus dedos a su cuello, deslizándolos luego por su mandíbula recién afeitada; el aroma de su loción para después del rasurado le atontaba el pensamiento.

No podría ni tampoco pretendía reemplazar a Katherine, pero sí estaba dispuesta a llenarlo a él de todo el amor del que era ella capaz de sentir.

Harry aprovechó que tenía sus dedos cerca de su boca, y los besó. Se tomó un minuto antes de hablar solo para disfrutar del tacto. Y cuando abrió los labios, supo que todo tipo de dudas y todo tipo de culpas, quedaban innegablemente rotas.

- Voy a quedarme contigo.

Fin.


Nota Final;

Disculpen los errores y las faltas que se me pudiesen escapar a lo largo del fic. A veces escribo muy rápido y no pillo los dedazos.

Lamento mucho a quienes pude decepcionar por no dejar a Ginny embarazada. Sucede que cuando ideé el fic, no pensaba dejarla en estado. La trama salió tal cual yo lo esperaba y no quería modificarle nada. Y aquí entre nos... a veces me gusta llevarle la contraria a la gente, jajaja. Igual, está la clara idea de que ella con Harry, podrían ser padres en un futuro.

Me voy contenta con esta historia. Empecé a escribirla en un momento crítico, estando en duelo por mi papá, y me ha ayudado muchísimo. No le metí el drama que me cuesta horrores escribir, pero me ayudó centrarme en un Harry y una Ginny con un pasado tan parecido e igual al de personas que conozco y que, pese a lo doloroso que puede ser ese pasado, se debe y se puede salir adelante. No hay opción más viable que esa. Todos llevamos nuestras propia cruz, y sé que algunas son más pesadas que otras. Pero no quise dramatizar con mucha tragedia por aquí.

¡GRACIAS INFINITAS POR LEER! Valoro todo el tiempo que se han tomado, dándole una oportunidad a este pequeño y simple fic. Por ahora me quedo con Entre los Vivos (ya se viene el final también, muy pronto).. Y bien, por ahí había comentado dejar de escribir fics. No sé, porque me han venido algunas ideas (una en particular, que me tienta) Harry/Ginny, pero no pienso subir nada hasta tenerla bien consistente. ¡Ya se verá! se decía siempre...

Les mando un fuerte, fuerte, fuertísimo abrazo. Y pido, antes de que se olviden de esta humilde historia y de su servidora, dejen un comentario. Me sentiré feliz recibiendo sus últimas opiniones y críticas para mejorar.

Besazos, corazones..

Yanita.!