Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.
Perdón por la tardanza. Aquí el cap.
A leer.
Capítulo 3: En El Bosque.
–Casarme con Sophie es un castigo que me impusieron los Vulturi– murmura con voz apagada.
–¿Un castigo?
La sola palabra me hace estremecer… no me imagino cómo…
Edward baja su mano hasta mis caderas y con la mano abierta, hunde sus dedos en mi piel. Su boca se vuelve una línea.
–El día que te dejé en el bosque… cuando yo... ah… ya sabes… Eché a correr lo más rápido que pude para alejarme lo antes posible. Pero después… cerca de Seattle no pude más y me derrumbé. Seguía en el bosque y no había nadie y no pensé que… Ese día había mucho sol. Mi piel estaba brillando y entonces ella apareció: Sophie. Cuando me vio ahí lo primero que hizo fue gritar. Le tapé la boca y le supliqué que se callara, y cuando lo hizo no me quedó otra alternativa que contarle la verdad acerca de quién era. Me prometió que no le diría a nadie pero bueno, es una humana, y supe que tarde o temprano le diría a alguien y se correría la voz. Alcanzé al resto de la familia en California y…
–¿Todo este tiempo estuviste en California?– me asombro ante el hecho. Lo tuve tan cerca. Sólo había que tomar un vuelo…
–Ahora estoy aquí– musita como si hubiera leído mi mente –Así que le conté a Carlisle lo que había pasado y Rosalie sugirió que la convirtiera. Carlisle me dijo que si convertía a Sophie ella sería mi compañera. Y no lo acepté. Yo solo te quiero a ti.
Sus palabras hacen revolotear mi corazón, pero por otra parte, siento un sabor amargo en la boca.
Sophie la compañera eterna de Edward…
Aprieto los puños hasta que me entierro las uñas en las palmas.
–Entonces fui donde los Vulturi, sabiendo que probablemente me matarían por mi descuido. Pero Aro siempre me ha querido de su lado por el poder que tengo de leer mentes. Así que en ves de volverme ceniza, me dijo que como castigo tendría que encontrar a Sophie y desposarla.
–¿Hace cuánto sabes que Sophie es mi amiga?
–Cuando la universidad comenzó. Sophie me platicó de ti: una chica dulce y valiente, con unos impresionantes ojos y un hermoso cabello rojizo. Sin necesidad de que me dijera el nombre, supe que eras tú. Vi entonces una luz al final del túnel. No pude acercarme hasta ahora. Tenía miedo de cómo reaccionarías.
–¿Qué te hizo decidir que hoy era el día para hacerlo?
–Cuando te vi hoy bajando las escaleras junto con Sophie. Eres más hermosa de lo que recordaba.
Me quedo en silencio un momento. Disfrutando de su cercanía y de la cálida sensación que me envuelve, a pesar de que su cuerpo es frío como el hielo.
–¿Y qué vamos a hacer ahora?
–No puedo detener la boda con Sophie, si lo hago los Vulturi van a matarme. Pero tampoco quiero apartarte de mi lado.
–Cuando tocaste aquella nana para mí en tu casa… sentí que estábamos destinados a estar juntos. Ahora parece todo lo contrario.
Él no contesta nada. Probablemente porque también piensa lo mismo.
–¿Bella?– dice mirándome con algo distinto en sus ojos.
–¿Qué pasa?
–¿Puedo besarte?
Una sonrisa se me escapa sin querer –¿Y por qué preguntas tanto si puedes hacerlo?
–Porque si dices que no otra vez me olvidaré de que soy un caballero y lo haré por la fuerza– su voz profunda reverbera en mis entrañas y me siento caliente por dentro.
–Entonces ven aquí.
Poso mi mano en su nuca y lo atraigo hacia mí, hasta que nuestros labios están pegados.
Al segundo él suelta un gruñido, separándose un par de centímetros de mi boca.
–¿Qué pasa?– pregunto con voz agitada.
–No quiero hacerte daño.
–No me estás haciendo daño.
–Si no me detengo ahora… lo haré.
Me abalanzo sobre él, tirándolo lentamente en la cama.
–No me hagas esto– susurro –No ahora que has vuelto.
Lo sostengo por las solapas del saco y lo beso de nuevo, fervientemente, hasta que él empieza a responder de nuevo y delinea mi labio inferior con su lengua, para succionarlo poco después.
Un gemido escapa de mi boca cuando, sin querer y debido a que estoy a horcajadas sobre él con sólo mi bata de baño, mi sexo desnudo roza su miembro.
–Bella…– gruñe al mismo tiempo. Sus ojos se enganchan a los míos una vez más. Su mano de largos dedos se desliza por debajo de la tela de la bata y me sujeta el muslo con fuerza. Pega su frente a la mía y dice sin aliento: –Hazlo de nuevo, pero ahora más lento.
Su orden me sorprende. Es Edward. Mi chico de otra época. Mi caballero.
Sin embargo no estoy dispuesta a desaprovechar tal proposición. Ondulo mis caderas hacia adelante y atrás muy lento. Tengo que cerrar los ojos con fuerza para no gemir otra vez.
Lo hago, y esta vez rápido y continuo.
Una humedad emana de mi centro. Me siento excitada.
Escucho un ruido sordo. Me detengo.
Edward tiene un trozo de madera en su mano derecha proveniente de la esquina de mi buró.
Suelto una carcajada.
Él se incorpora y me alza por las caderas para hacerme a un lado.
–Tengo que detenerme ahora… no se qué me pasó… perdóname.
–Está bien– suspiro.
–Es que se sintió tan…bien eso que hiciste.
–Sht. No hay problema.
Me mira ladeando la cabeza.
–¿Dónde quedó esa Bella tímida que conocí?
–La enterré debajo de un árbol– le guiño un ojo.
Se levanta de la cama.
Yo me ajusto la bata de baño.
–Tengo que irme ahora– dice mirando su reloj –Tengo que alcanzar a Sophie en la cena. Ya sabes.
–No me… expliques por favor... ni siquiera sé cómo voy a poder seguir con esto Edward. Ella es mi amiga y la estoy traicionando.
–Claro que no– responde –Tú no puedes traicionarla porque antes de ella ya estabas tú– se acerca y acuna mi rostro en la palma de su mano.
Carraspeo antes de hacer mi siguiente pregunta –Ella y tú… ¿tú la has besado?
Asiente con los ojos cerrados y emitiendo un sonido de rendición.
El corazón me tiembla y una lágrima se me escapa otra vez.
–No. No– dice –Bella por favor no llores. Yo la beso sólo porque tengo que hacerlo, pero a ti…– su otra mano se reúne en mi rostro para finalmente atraerme hacia él de forma suave, mirándome a los ojos, como para pedirme permiso para besarme. Asiento ligeramente.
Sus labios se pasean por sobre los míos. Abarcándolos por completo, abrazándome por dentro. Pero no profundiza. Es sólo su boca la que se lleva todo de mí y me deja al borde. Se separa.
–Recuerda que tú eres mi marca personal de heroína.
Me tiembla de nuevo el corazón, pero esta vez, en una sensación agradable.
–Me tengo que ir– dice una vez más.
Abro la puerta. Él se acomoda el traje y el cabello en un hermoso desastre. Como sólo él puede llevar un estilo de cabello.
Pasa a mi lado y se detiene.
–Volveré– y suena como una promesa.
–¿A sí?– pregunto –¿Cuándo?
–Mañana. Quiero pasar tiempo a solas contigo. Por la noche vendré a recogerte.
–Pero ¿y Sophie?
–Ya inventaremos alguna cosa. Yo le diré que tengo trabajo que hacer. Tú puedes decirle que vas a verte con alguien y si hace preguntas, inventa lo que sea.
Me siento mal de nuevo.
–Esto no está bien, Edward.
–Amarte cuando yo soy un vampiro y tu una humana tampoco está bien, y eso ya nos detuvo una vez… y casi nos mata a los dos. ¿Vas a dejar que las circunstancias nos vuelvan a separar?
Sin siquiera pensarlo respondo.
–No– agito la cabeza –No pienso dejarte ir de nuevo.
–Esa es mi Bella.
Con una mirada final desaparece por el pasillo.
Y a pesar de que me siento la persona más miserable del mundo, no puedo evitar la sonrisa divide-rostro que se instala en mí.
Edward regresó.
Y esta vez no se irá… me lo dijo. Me lo dijo.
Termino de vestirme y después, con pegamento universal, uno el pedazo de buró que Edward arrancó. Ahora sólo se ve una grieta.
Recordar el por qué de esa grieta siempre será un placer.
OoO
Poco después de la media noche Sophie llega con los tacones en la mano.
Se me queda viendo, preocupada.
–¿Ya te sientes mejor? La maestra Wallace preguntó por ti. Desea que te mejores.
–Ya estoy bien– respondo. Muy bien.
Estoy sentada en mi cama, con la cobija hasta las caderas, leyendo mi hermoso libro de Cumbres Borrascosas.
–Sí que te ves mucho mejor– dice para luego soltar un suspiro y dejarse caer en la cama, muy dramáticamente. –Ah, Bella. Edward es un bailarín excelente. ¡No aguanto los pies!
Sonrío por compromiso. Pero siento la hiel acumularse en mi garganta.
Maldita.
Demonios. ¿De dónde ha venido eso? Ella es Sophie. Mi amiga. Y es dulce como un pan.
Antes de detenerme a pensar otra vez en el mal que le estoy haciendo dejo el libro sobre el buró y paso un dedo por sobre la grieta.
Edward me ama a mí. Me desea a mí.
Sophie me dice buenas noches y se va a su cuarto, cerrando la puerta.
Más tarde, ya muy avanzada la madrugada, dos golpes en la ventana me despiertan.
Quito el seguro y la abro. Edward entra con un sonido sordo.
Me mira pícaramente y me da un beso.
–¿Qué haces aquí?– pregunto en un susurro.
–No pude soportar hasta mañana. Ahora que te he recuperado.
Le tomo la mano y lo acuesto conmigo en la cama. Me abraza por la cintura.
Estamos frente a frente.
–Me gustaría cantarte para que te durmieras– musita.
–Pero no puedes. Para mí es suficiente con que estés aquí.
–¿Bella?– me llama luego de un momento.
–¿Qué?
–¿Tú, cómo sobreviviste a… ya sabes?
–Cuando me dejaste era la cáscara de mí. Papá me envió a Jacksonville con mamá. Pero igual no funcionó. Yo regresé un tiempo después a Forks con la esperanza de que regresarías. Me atrasé dos semestres en la universidad.
–¿Te hice mucho daño?
Suspiro –Sí. Es lo peor que me ha pasado. Pero no vale la pena pensar en eso ahora.
–Prometo que jamás volveré a dejarte.
Me abrazo aún más a su cuerpo para asegurarme aún dormida de que él seguirá ahí.
Me da un beso en la frente.
Cuando despierto al día siguiente por la mañana, él ya no está, y en su lugar deja una nota a mi lado escrita con su hermosa caligrafía de época.
Susurraste mi nombre en sueños y fue lo más perfecto del universo.
Si yo también pudiera soñar, soñaría contigo.
Te amo.
E.
OoO
¿Os gustó el capítulo?
La verdad es que las cosas serán un poco difíciles para ambos.
¿Qué les parece el castigo de los Vulturi?
Leí por ahí en un comentario que a veces poner a personajes como a los Vulturi o a los Quileutes les aburría, pero no se preocupen. En este fic los Vulturi casi no tendrán protagonismo. Ellos sólo serán la raíz del problema.
Dejen su review y sus alerts.
Déjenme saber que mis historias les gustan.
Un beso.
Amy W.